El cierre anticipado del contrato de exportación de gas entre Bolivia y Argentina marca un hito en la historia energética sudamericana. Este acuerdo, que durante casi 18 años fue fundamental en las relaciones económicas entre ambos países, concluye debido a la caída de la producción de gas en Bolivia y al descubrimiento del yacimiento argentino de Vaca Muerta, uno de los más grandes reservorios de hidrocarburos de la región. Esta situación no sólo implica la pérdida de un mercado clave, sino también el inicio de una nueva etapa para Bolivia, que se convertirá en un país de tránsito para el gas argentino en su camino hacia Brasil.
Declive de la producción
Desde la firma del contrato en 2006, Bolivia fue uno de los principales proveedores de gas natural para Argentina. Sin embargo, este panorama comenzó a cambiar con la caída sostenida en la producción boliviana. En 2015, Bolivia generaba unos 62 millones de metros cúbicos diarios (MMmcd), cifra que en 2023 se redujo a menos de la mitad, alrededor de 30 MMmcd. Según Álvaro Ríos, exministro de Hidrocarburos, esta caída fue consecuencia de la falta de inversión en exploración de nuevos campos durante más de una década, lo que derivó en un agotamiento de las reservas de gas.
El fracaso en la reposición de reservas trasciende las fluctuaciones del mercado. Bolivia no logró atraer inversión privada hacia la exploración, una situación que podría haberse mitigado con una nueva Ley de Hidrocarburos. El modelo económico centrado en el rol estatal no fue suficiente para sostener la producción, y ahora el país enfrenta una crisis que no sólo afecta al gas, sino también a productos derivados como el diésel y la gasolina.
Pierde una oportunidad
El declive de la producción boliviana coincidió con el desarrollo del yacimiento de Vaca Muerta en Argentina, que ha permitido a este país reducir su dependencia del gas boliviano. La inversión argentina en infraestructura, incluidos gasoductos y la reversión de flujos hacia el norte, fue clave para compensar el déficit causado por la menor oferta de Bolivia
Para Argentina, este giro implicó un costo considerable, pero también brindó una solución a su crisis de suministro interno y le permitió posicionarse como un futuro exportador de gas y petróleo. Así, la finalización anticipada del contrato con Bolivia, inicialmente previsto hasta 2026, fue un paso natural en la evolución de su política energética.
Bolivia, por su parte, pierde más que un contrato. Según Raúl Velásquez, investigador en energía e hidrocarburos de la Fundación Jubileo, entre 2006 y 2023 el país recibió aproximadamente 19 mil millones de dólares por la exportación de gas a Argentina. Estos ingresos, que promediaron mil millones de dólares anuales, fueron vitales para los presupuestos de Gobiernos subnacionales, universidades públicas y otros fondos sociales. Ahora, con la disminución de la producción, Bolivia queda en una posición vulnerable.
País de tránsito
El Decreto Supremo 5206 establece una nueva función para Bolivia: la de país de tránsito para el gas argentino rumbo a Brasil. La infraestructura boliviana, que en su apogeo operaba a plena capacidad, ahora funcionará a menos de la mitad, generando ingresos mediante el alquiler de ductos
No obstante, este cambio no está exento de desafíos. La reversión de los ductos tomará tiempo, y los ingresos por el transporte de gas serán significativamente menores en comparación con los obtenidos por la exportación. Se estima que los beneficios por este servicio representarán entre el 25 y el 30 por ciento de lo que Bolivia percibía anteriormente, señala Velásquez
Además, agrega, los ingresos por el transporte de gas beneficiarán exclusivamente al Gobierno central a través de YPFB Transporte, sin generar regalías para los departamentos productores, lo que podría intensificar tensiones internas en un contexto económico ya debilitado.
Futuro energético
El declive de la industria gasífera coloca a Bolivia en una encrucijada. Mientras Argentina avanza hacia su consolidación como exportador energético, Bolivia debe adaptarse a su nueva realidad. La crisis actual exige decisiones difíciles, como la posible paralización de proyectos industriales no rentables, entre ellos la planta de urea y la de separación de líquidos en Yacuiba, indica Ríos.
Para el exministro de Hidrocarburos, la única solución viable es implementar políticas que fomenten la inversión privada en la exploración de nuevos campos. YPFB debe redefinir su rol, ya que, de continuar en la misma línea, Bolivia podría convertirse en un importador neto de energía, perdiendo su posición histórica como exportador de gas.
Fuente: Los Tiempos