La posibilidad de utilizar el hidrógeno como alternativa energética ha ido ganando protagonismo por su fiabilidad en la generación de energía, además de su entorno digital. En la Cumbre de Osaka de 2019, los líderes del G20 enfatizaron que el desarrollo de tecnologías para el uso de hidrógeno será muy relevante para permitir una transición a un mundo de cero emisiones.
Desde que Japón publicó su Estrategia Básica de Hidrógeno en 2017, varios otros gobiernos, como España, Alemania y Holanda, así como la Comisión Europea han estado presentando estrategias y buscando desarrollar tecnologías y proyectos para el hidrógeno. En este contexto, América Latina puede convertirse en un contribuyente clave al impulso global hacia el hidrógeno bajo en carbono.

A pesar de ser el elemento químico más común en el universo, no aparece en su forma pura, como fuente primaria de energía con tanta facilidad. En la separación del hidrógeno de otros elementos, es necesaria la electrólisis, es decir, se necesita descargar una corriente eléctrica en el agua para separar los átomos de hidrógeno (H2) del oxígeno (O). Eso quiere decir que para obtener hidrógeno necesitamos energía. En este sentido, podemos clasificar el hidrógeno a partir de la fuente de energía utilizada para obtener la fuente de energía.

Así, si la electrólisis se realiza con carbón, tendremos gris hidrógeno; el uso de gas natural, Blue Hydrogen; y con el uso de energías renovables, Green Hydrogen. En la actualidad, menos del 0,1% de la producción mundial de hidrógeno dedicado proviene de la electrólisis del agua, con costos decrecientes para la electricidad renovable, en particular la energía solar fotovoltaica y eólica. Por tanto, todavía se necesitan muchos avances tecnológicos en este sentido, para que el Hidrógeno Verde pueda ser más competitivo que los combustibles fósiles como el gas natural.

Resulta que no solo a través de la electrólisis podemos obtener hoy hidrógeno, debido a factores tecnológicos y económicos. El gas natural es actualmente la principal fuente de producción de hidrógeno y representa alrededor de las tres cuartas partes de la producción anual mundial de alrededor de 70 millones de toneladas. Esto representa alrededor del 6% del uso global de gas natural. Al gas le sigue el carbón, debido a su papel dominante en China, y una pequeña fracción se produce a partir del uso de petróleo y electricidad. Gran parte del hidrógeno producido en el mundo proviene del gas natural, es decir, básicamente metano.

Están aumentando las discusiones sobre el uso del hidrógeno como una posibilidad futura de un vector energético. Por ser señalados como otra opción que trae seguridad energética y reducción de impactos ambientales, son los principales motivadores para el avance en el cambio de paradigma del sector energético. Sin embargo, el camino hacia la transición energética actual hacia una basada en hidrógeno y otros combustibles alternativos es largo. Esto se debe a que se deben considerar las barreras técnicas, económicas e institucionales a superar. El hidrógeno es difícil de transportar y almacenar, por ejemplo.

En América Latina, un enfoque regional colaborativo del hidrógeno podría complementar las iniciativas nacionales, permitiendo a los países capturar complementariedades en los patrones de demanda y producción, y desbloquear sinergias en el uso y desarrollo de la infraestructura. Este enfoque estaría en consonancia con los desarrollos en otras partes del mundo, por ejemplo, entre países del Mar del Norte (Noruega, Dinamarca, Alemania, los Países Bajos, Bélgica, Francia y el Reino Unido). Para que esto suceda, el diálogo y la colaboración regionales son esenciales para asegurar que las regulaciones estén armonizadas y que los mercados energéticos converjan.

La producción y uso de hidrógeno en América Latina se limita a algunos países, donde se utiliza principalmente como materia prima para refinerías y la industria química, como en otras partes del mundo. Muchos países están avanzando con estrategias y proyectos piloto para promover su uso como fuente primaria de generación de energía.

Si bien los esfuerzos iniciales pueden centrarse en reducir las emisiones asociadas con el uso actual de hidrógeno, varios países están considerando el potencial del hidrógeno para descarbonizar el transporte, especialmente las flotas pesadas y el transporte público, así como oportunidades para exportar hidrógeno bajo en carbono a mercados fuera de la región. Sin embargo, los críticos argumentan que esta tarea puede no ser tan fácil. Un automóvil eléctrico convierte el 86% de la energía para alimentar el vehículo, mientras que un automóvil impulsado por hidrógeno tiene una eficiencia de solo el 45%.

Varios países latinoamericanos, incluidos Argentina, Brasil, Colombia y México, comparten muchas de las características que los hacen candidatos para la producción competitiva de hidrógeno verde. En el frente tecnológico, Argentina ha sido pionera en la región. Desde 2008, el proyecto Hychico en la Patagonia produce hidrógeno verde a través de uno de los primeros parques eólicos del país. En Brasil, el desarrollo de tecnologías para la economía del hidrógeno puede contribuir a un uso más eficiente de las fuentes de energía renovables, con amplia participación en la matriz.

El uso de hidrógeno hoy en día está dominado por la industria (refinación de petróleo, producción de amoníaco, producción de metanol y producción de acero). Es decir, prácticamente toda la producción se realiza con combustibles fósiles, con gran potencial para el futuro hidrógeno verde.

Para estar a la altura de su potencial e impulsar la transición energética hacia un mundo con bajas emisiones de carbono, el desarrollo del hidrógeno debe centrarse no solo en la producción, sino también en construir la cadena de suministro general necesaria y un entorno de mercado favorable. Esto significa apoyar la innovación y el desarrollo tecnológico, especialmente para los usos finales del hidrógeno. Es necesario desarrollar la infraestructura y los arreglos institucionales. Se necesitan una regulación, estructuras de mercado y gobernanza sólidas.

Por esta razón, un enfoque regional, que involucre a un amplio espectro de partes interesadas, pero especialmente a los reguladores de energía, es esencial para permitir que América Latina explore sinergias en la producción futura de hidrógeno. Este diálogo también es esencial para fomentar el comercio de hidrógeno regional y mundial, armonizando las normas y códigos internacionales.

ADRIANO PIRES y PEDRO RODRIGUES

Fuente: Power 360