A pesar el esmero oficial para estimular la producción de gas con el paquete de subsidios identificado como “IV”, a corto plazo la reanimación de Vaca Muerta vendría de la mano del petróleo, cuya exportación es técnicamente más sencilla y potencialmente más redituable.

El programa de subvenciones condicionadas que Alberto Fernández anunció días atrás en Neuquén serviría sólo para mantener el actual modesto nivel de producción gasífera y, según el presupuesto proyectado para el próximo año por la Nación, la mayor parte de los fondos públicos se destinarían al anterior régimen de ayuda a las productoras, diseñado por Cambiemos.

Si bien las oscilaciones de la demanda por la pandemia no permiten certeza sobre el precio del crudo en el mundo, éste vino mejorando en el último tiempo a un nivel que hace atractiva la apuesta de producir en Argentina para abastecer al exterior.

A esto se suman otros anzuelos. Se bajaron las retenciones y, de sancionarse la nueva ley de hidrocarburos que el Presidente prometió en la apertura del ciclo legislativo, al menos una porción de las divisas que las petroleras obtengan por vender al exterior, serían de libre disponibilidad.

El secretario de Energía, Darío Martínez, aseguró a las empresas que la vocación política es habilitar el pase a surtidores del precio del petróleo, sólo con un eventual freno en caso de un aumento muy abrupto. Al mismo tiempo, el Gobierno está dispuesto a completar con un subsidio a los productores locales si aquel valor de referencia mundial bajara mucho.

En otras palabras: el denominado “barril criollo”, que se desactivó cuando el crudo llegó a 45 dólares, podría volver en cualquier momento. Ni en el sector privado ni en público hay dudas de que Vaca Muerta es un recurso de clase mundial y de mejor calidad geológica, incluso, que el Premian estadounidense.

El problema son las condiciones comerciales para desarrollar ese mega yacimiento con epicentro en la provincia gobernada por Omar Gutiérrez y las limitaciones para ganar escala exportadora. El mayor recurso concentrado en la roca madre es gas pero, paradójicamente, a corto plazo la mira empresaria está puesta en el petróleo. “Las inversiones deberían enfocarse en el petróleo como una alternativa exportadora”, sugirió Javier Martínez, titular de Tenaris Cono Sur, firma de holding de los Rocca que provee caños a la industria, en un reciente seminario organizado por Amcham.

Sean Rooney, presidente de Shell Argentina, también repitió en más de una declaración que, a corto plazo, “lo más atractivo de Vaca Muerta es el petróleo” y la activación de equipos de la compañía, a semejanza de lo que está ocurriendo con la francesa Total y otras varias, se proyectan para esta producción.

De hecho hay un registro estadístico en consonancia. La producción de petróleo no convencional –del tipo que se produce en Vaca Muerta- aumentó 33% en el último año mientras que todas las otras formas de hidrocarburos retrocedieron. Aún hacen falta millonarias inversiones para trasladar el gas a centros de consumo o para sacarlo a países limítrofes como Brasil, uno de los objetivos de mediano plazo para la producción de Vaca Muerta.

También es necesario una inversión importante para licuarlo y despacharlo a destinos remotos. Finalmente, es necesario un precio internacional atractivo, algo que no estaría ocurriendo en este momento. El problema es que fronteras adentro el país necesita gas, protagonista de la matriz energética.

Desde el 2014 la producción fue creciendo pero sólo al calor de los subsidios que sirvieron para garantizarle un mejor precio al productor. Con diferencias de matices desde el Plan I, diseñado por el otrora ministro de Economía, Axel Kiciloff, hasta el que acaba de anunciarse, reproducen la misma lógica y se fundan en un similar concepto: que el país importe menos y así se evite el drenaje de divisas.

El diseño del Plan Gas IV resultó mucho más desafiante y está alumbrando después de retoques que expresan los pruritos oficiales de pagar subsidios a las petroleras sin exigir claramente algo a cambio. El programa anunciado plantea un sistema de subastas en el que las productoras de gas competirán para abastecer a distribuidoras y a las generadoras de electricidad hasta 70 millones de metros cúbicos día (algo menos de la mitad de todo el gas que se inyecta en el país).

Para esa compulsa tendrán un techo de 3,70 dólares el millón de BTU. De las ofertas finalmente aceptadas surgirá un valor promedio, previsiblemente superior al que el Estado admitirá que se pase a las tarifas finales.

La diferencia entre ese promedio y este último precio, definido políticamente, lo cubrirá la caja pública. Las empresas que entren a este plan tendrán algunas ventajas adicionales como prioridad a la hora de conseguir permisos de exportación. Pero, al mismo tiempo, deben sujetarse a condiciones como contratar la mayor parte de proveedores locales o invertir lo que reciban como subsidio en el trienio que dura el plan.

Con esos incentivos las firmas deben mantener o aumentar el nivel de producción que, si no hay inversiones constantes, declina naturalmente. Pero la base para juzgar cómo evolucionan las inversiones será la producción de este invierno, justamente, un piso de referencia muy bajo, que relativiza las expectativas sobre el real impacto que puede alcanzar el nuevo plan.

De hecho, la mayor parte de los fondos previstos para subvencionar al gas el año que viene no se destinaría a este nuevo programa. Según el Proyecto de Ley de Presupuesto 2021, la Nación asignará el año próximo $20.645 millones para el denominado “Nuevo esquema 2020-2024” para la producción de gas y más de $51.000 millones para pagar los beneficios de la resolución 46.

Ese último es un esquema que diseñó la administración de Mauricio Macri para promover la producción sólo de gas no convencional, básicamente de Vaca Muerta, y que resultó mucho más generoso para los inversores: el año que viene las empresas amparadas cobrarían un subsidio de alrededor de 3 dólares el MBTU en lugar de poco más de 1 dólar estimado para el plan a punto de estrenarse.

La principal beneficiaria de ese régimen fue Tecpetrol, que con este envión multiplicó la producción de Fortín de Piedra, transformándose en un actor de fuste en gas, cuando su fuerte había sido el petróleo.

Pero los problemas fiscales obligaron al gobierno anterior a recortar la subvención a sólo 8,5 millones de metros cúbicos que había previsto producir la firma, en lugar los más de 17 millones que alcanzó.

Esa poda del subsidio generó un millonario juicio contra el Estado aún abierto y una de las condiciones oficiales para que la energética de Techint se sume al nuevo esquema es que desista de la pretendida indemnización, tanto hacia atrás como adelante, renunciando, obviamente, a los tentadores beneficios de la 46 para el año que viene.

Ante esta perspectiva, la proveedora estrella del gas de Vaca Muerta quedaría afuera, malogrando en parte el esfuerzo del ministerio de Martín Guzmán por reforzar inversiones con el PG4.

Fuente: Clarín