Carlos E. Delius Sensano
Es tanto el desorden, la confusión y el lío que causa en la vida nacional la planta de amoníaco y Urea, es que siento la responsabilidad ciudadana contribuir una posible solución, haciendo un enfoque nuevo al desafío de encontrar valor económico a la billonaria inversión realizada por el Estado boliviano. Aún antes que la planta fuera construida, la misma fue cuestionada,
fundamentalmente por su ubicación y por no contar con una solución logística ni comercial bien estudiada. ¡Se le metió nomas! Y, como consecuencia de esta decisión política, tenemos un elefante blanco que produce no solamente un quebranto económico, sino además una frustración.
Son varios los analistas que han demostrado con rigurosidad la inviabilidad de este complejo industrial, los enfoques son variados, pero con excepción del traslado de la planta a la frontera con Brasil para abaratar los costos de transporte de la urea, los mismos no plantean salidas. El pasado 28 de junio, en este mismo periódico leímos un artículo titulado, YPFB no pudo, no puede ni podrá con el armatoste urea. Este artículo que, si bien es irrebatible desde
el punto de vista técnico, en mi opinión queda corto, toda vez que se ciñe al concepto original fallido del proyecto (no piensa fuera de la caja) de producir fertilizantes para exportación.
Pensando fuera de ella, ¿es posible encontrar soluciones que obtengan beneficios de esta inversión?
Desde mi enfoque este objetivo es alcanzable, permítanme hacer el planteamiento:
El complejo industrial de Bulo Bulo, junto con la urea produce amoníaco líquido (NH3 por su fórmula química), esta composición contiene hidrogeno que es un energético. En esta planta se pueden producir unas 2.000 toneladas día de NH3 líquidos, la equivalencia energética en diésel es de 964 mil litros, unos 6,062 barriles. ¿Qué se puede hacer con este combustible? El mismo
ya fue utilizado para buses en Bélgica durante la segunda guerra mundial el año 1943. La tecnología existe para ser utilizado como combustible en motores ciclo Otto o Diesel (complementando gasolina o diésel según sea el caso), siendo este último él más adecuado para complementarse con el NH3.
El incentivo para hacerlo es grande, si consideramos que el diésel tiene un valor en la estación de servicio de Bs 3,72 el litro, este valor se traduce a 85 dólares por barril, la producción de Bulo Bulo tendría un valor anual de más de 180 millones de dólares. Si además consideramos que importar el diésel requiere un subsidio y consume divisas la opción es aún más atractiva,
para generar esos ingresos con urea se tendría que resolver enormes problemas de logística y comercialización.
Esta planta es eficiente y para producir esta cantidad de producto necesita unos 1,4 millones de metros cúbicos de gas por día, cantidad que está disponible. El desempeño ambiental es también positivo, el NH3 está entre las mejores opciones para descarbonizar los combustibles para el transporte, las economías más avanzadas ya lo tienen así considerado. Esta puede ser una solución providencial para un proyecto mal concebido, en este rol que sugerimos la ubicación de la planta resulta casi estratégica.