Próximamente se cumplirán 50 años del embargo petrolero y de la nacionalización y toma de control sobre la producción y venta del petróleo por parte de los gobiernos exportadores.(Irak 1972, Libia 1973, Kuwait 1975, Saudi 1976, Venezuela 1976). Se venía de una participación creciente, mediante impuestos a los beneficios de las empresas, el llamado Government Take (50-50, 60%, 70%, 96%) hasta llegar a la nacionalización y conversión de las empresas, en operadoras.
De esa época al presente, se ha vivido altas y bajas en el precio de los hidrocarburos en los llamados ciclos petroleros, asociados a la geopolítica, desastres naturales, variación en la oferta por nuevas tecnologías y hasta desregulaciones dando paso a nuevas áreas de exploración. Se ha vivido bonanzas con riquezas súbitas que no se sabía cómo invertir, proyectos cada vez más costosos orientados por la necesidad de producir cada vez más, guerras e invasiones en pos de reservas de otros, quiebras, activos sobrantes, conspiraciones, hasta “precios negativos” como vimos el mes anterior.
Las lecciones aprendidas y la oportunidad de capitalizarlas nos han traído a lo que tenemos hoy: Ningún país puede unilateralmente tratar de fijar precios de venta del crudo, sin sacrificar sus finanzas. Los pueblos de los países productores, grandes o no, con contadas excepciones, dependen cada vez más del ingreso petrolero.
Los países consumidores o de pocas reservas probadas, han fortalecido su capacidad de maniobra mediante mayor exploración/producción, administración de inventarios, acuerdos de colaboración, medidas de racionalización del consumo de energía, apoyo a la inversión mediante nuevas concesiones y creación de organismos reguladores externos a las empresas nacionales.
Desde hace 5 años, a partir de la última caída por sobreoferta, el aumento progresivo de la demanda energética, especialmente por los países emergentes y la adopción por todos los actores de precios aparentemente razonables, hacían parecer superada esta crisis de precios bajos. Hasta llegar a 2020, con su nuevo ‘desastre natural’: la covid-19.
La pandemia no solo afecta directamente la demanda de energía a nivel mundial, sino que, en paralelo, aumenta en los países y sus sociedades, la necesidad del dinero asociado a la industria petrolera. ¿Puede ser esta, nuestra oportunidad?
Colombia tiene una producción petrolera que, aunque dista de hacerlo un país petrolero, ha tenido, y tiene hoy, alto impacto en las cuentas nacionales. Un dólar adicional de ingresos asociados al balance precio/costo, en las proyecciones presupuestales, significa alrededor de 350.000 MM$. En los años 70 se pensaba que la suficiencia petrolera colombiana no llegaba al año 2000. Innegable el papel de las empresas petroleras, tanto privadas como estatal, en la posición económica general del país que hoy tenemos: PIB Percapita 6.381U$ en 2019, vs PIB Percapita 4.375U$ en 2005.
La pandemia, ha exigido al Gobierno a utilizar toda su capacidad de maniobra para la disposición de recursos, que ayuden a preservar los empleos y evitar la crisis social, en un ambiente donde la producción de bienes y servicios se ha frenado drásticamente, el desempleo subió a 19.8% con alrededor de 5MM de empleos perdidos y se registra un descenso en el mes de abril del 52% en el monto de las exportaciones totales.
Hoy la situación es difícil, pero pensando a futuro, la factura en la que estamos incurriendo hace indispensable que seamos igual o más recursivos e innovadores, para mantener y aun incrementar, la capacidad de nuestra industria de hidrocarburos como motor de la economía. Necesitamos una industria, sostenible.
Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores pareciera que el margen de maniobra es limitado, si se entiende también que los subsidios, protecciones, tratamientos tributarios especiales, son acciones que, en lugar de fortalecer la sostenibilidad de un sector, lo debilitan ante el mercado internacional. Se impone, por tanto, la necesidad de trabajar para fortalecer la sostenibilidad de la industria. Esta sostenibilidad viene muy asociada a la optimación de los costos totales, mediante la adopción de soluciones sistemáticas y estables a problemas y oportunidades a lo largo de toda la cadena y con la participación de todos sus actores.
Objetivo: Hacer el barril colombiano, no solo competitivo dentro de los precios de referencia, sino atractivo para la inversión, y fuente generadora de recursos para financiar la diversificación de la economía y la transición energética, sin desmedro del aprovechamiento de oportunidades en otros sectores económicos.
Cuando se menciona el barril colombiano, no solo se habla de los costos de exploración, levantamiento, tratamiento, o transporte. Se trata del costo total desde la búsqueda hasta la entrega del producto. La oportunidad se presenta en el trabajo colaborativo de todos los actores: Aprovechamiento de las sinergias potenciales para aumentar la eficiencia y optimar costos totales de la cadena.
Tradicionalmente las empresas petroleras han acudido al expediente de encarar problemas comunes con soluciones individuales, que le permite a cada una la aplicación de sus recursos, no solo financieros, sino de tiempo y prioridades, en el marco de sus resultados corporativos. Esta cultura de soluciones individuales a problemas comunes deja en el tintero oportunidades.
Ejemplo de problemas comunes u oportunidades se presentan: La capacidad de oferta local de bienes y servicios en las áreas de operaciones donde tienen presencia las operadoras, con el posible desarrollo conjunto de proveedores. También la logística para la obtención de servicios como talleres y especialidades es un área que permite agregación de demanda y a su vez representa una oportunidad para los prestadores del servicio.
El intercambio de buenas prácticas en los procesos administrativos asociados a registro, contratación, interventoría, administración de contratos. La posibilidad de utilización de bienes capital en forma concertada. Transporte, tratamiento de producto, movilización de personal, capacitación, también presentan retos similares para las diferentes operadoras y como tal, podrían ser objeto de análisis y posible generación de soluciones comunes e integradas.
¿Como logarlo? Factor clave es el desarrollo de la voluntad, por parte de todos los actores, públicos y privados. Es importante el potencial desarrollo de incentivos incrementales, la convocatoria y el respaldo y simplificación de trámites, que pudiera aportar la participación de los órganos estatales relacionados con la regulación, recaudación y control.
Las asociaciones gremiales tienen también un papel importante a jugar, por su conocimiento de las características de cada negocio, su poder de convocatoria y capacidad para integrar equipos de trabajo. Las instituciones de investigación y formación, así como las asociaciones profesionales pueden hacer un gran aporte con su capacidad de generación de soluciones técnicas, específicas y sistemáticas. Las asociaciones de autoridades regionales, el mundo político, los medios, como formadores de opinión, líderes y canalizadores de inquietudes, también son factor clave de éxito.
El reto no es fácil, considerando entre otras cosas, los tipos de crudo, la geografía, la infraestructura y la historia reciente. Sin embargo, toda la sociedad como directa interesada, puede y debe estar involucrada en este esfuerzo, que puede significar la diferencia entre una industria sostenible y de gran contribución a la economía colombiana, y otra que se convierta en carga para todos por su dependencia de los vaivenes de precios y las ayudas.
En los 70, hace 50 años, los países importadores netos iniciaron esfuerzos para disminuir el impacto de su dependencia, con acciones como políticas de racionalización del consumo, el manejo de inventarios y el impulso a la transición energética. Las sociedades dependientes hoy en día de la industria, por los ingresos asociados a la producción y venta, estamos en deuda: Convertir el problema en oportunidad y hacerla más eficiente para lograr su sostenibilidad y aporte, como lo hizo el pueblo británico en los años 90 para salvar el mar del norte, dejando instalada una cultura de esfuerzo colaborativo que se moviliza efectivamente para afrontar los retos de cada ciclo de precios. En Colombia, cristalizar esta convocatoria sería una apropiada celebración en este mes de junio, de los 80 años del Ministerio de Minas y Energía y los 17 del decreto de creación de la ANH.
Fuente: Portafolio – Colombia